El Cabildo de Gran Canaria ya tramita el expediente de incoación que permitirá la declaración de Bien de Interés Cultural como Patrimonio Inmaterial de ámbito insular de los tres Ranchos de Ánimas que perviven en la Isla: La Aldea de San Nicolás, Arbejales de Teror y Valsequillo
El expediente que ha tramitado el Cabildo se impulsa a raíz de una solicitud cursada en 2017 por el Ayuntamiento de Valsequillo en la que se pedía la incoación como BIC de su Rancho de Ánimas. A partir de aquí el Cabildo coordina con los otros dos ayuntamientos que cursan las respectivas solicitudes y conjuntamente encargan la elaboración de una amplia memoria que redactan diversos especialistas, entre los que figuran Roberto Suárez Ojeda, Óscar Vizcaíno Déniz, Francisco Suárez Moreno, Juan José Monzón Gil, Lidia Sánchez González y José Pedro Suárez Espino.
El Cabildo entiende que por su antigüedad, singularidad, relación con la cultura funeraria tradicional popular y ritual, contenido y expresión musical, religiosidad, espiritualidad y creencias, los tres Ranchos de Ánimas grancanarios gozan de los notorios valores que exige la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias para su incoación.
El peligro de su desaparición
En esta memoria no solo se formula un estudio de la evolución histórica de los Ranchos de Ánimas y de la cultura de la muerte en las Islas, sino que se explica el recorrido por los géneros literarios y las letras empleadas por estos grupos o se avanza su situación actual y el peligro que supone su desaparición, entre otros asuntos.
En este sentido se destaca en el estudio elaborado que en estas tres localidades en las que los Ranchos se han mantenido, éstos gozan de respeto y consideración, pero no así en el resto de la Isla y en la mayoría de la población donde el desconocimiento por esta expresión cultural es muy amplio. Los cambios experimentados en torno a la cultura de la muerte y la ausencia de relevo generacional, coloca a estos grupos en una situación de incertidumbre en relación con la continuidad de la tradición que representan, tan arraigada en las localidades donde se han mantenido.
Un dato importante que aporta la mencionada memoria es que en la actualidad esta expresión de religiosidad y cultura popular sólo se mantiene activa en Gran Canaria, vinculada al universo de las creencias antiguas del cristianismo y de tradiciones paganas mediterráneas e incluso de supuestas reminiscencias aborígenes, dedicado al culto a las ánimas.
En el caso de los tres Ranchos objeto de incoación, han mantenido la función original para la que fueron creados: cantar por los difuntos, y entregar el dinero obtenido a las parroquias de las comunidades donde se canta, para que se ofrezcan misas por la salvación de las ánimas.
Entre los aspectos troncales que sobresalen, según la Memoria, se menciona la función social y de religiosidad popular que está constatada en las Islas desde el siglo XVII. En el siglo XVIII casi todas las parroquias tenían Cofradías con vínculos con los Ranchos de cantadores que recaudaban fondos para las misas o bien para las Cofradías de Ánimas. Estas Cofradías disponían de propiedades agrarias, además de capillas y altares con cuadros de significado religioso, que en el caso de Gran Canaria se calculan en unos 33, con fines de adoctrinamiento bajo las proclamas en favor de la existencia del purgatorio que emanan del Concilio de Trento.
Los Ranchos existentes en la Isla a lo largo de los pasados siglos XIX y XX lamentablemente han ido desapareciendo, quedando aún testimonios de su presencia en Tejeda, La Pardilla (Telde), Tasarte (La Aldea), Ingenio, Juncalillo y Barranco Hondo en Gáldar, y Lomo Magullo y Arenales en Telde.
En su expresión como fenómeno que combina varias tradiciones que se refuerzan en Canarias por su cultura de frontera y mestiza, los Ranchos se convierten en una expresión singular del denominado tiempo tradicional y rural, que ha sabido superar los cambios en todos los planos, incluidos el de la espiritualidad y religiosidad popular.
Según la memoria, estos grupos mantienen vivo un universo de comunicación entre los dos mundos que nos acerca a otra cosmovisión de relación entre la vida en la tierra, la memoria emocional y la gestión del recuerdo a partir de la muerte, sus expresiones simbólicas y cargas religiosas. La recogida de dinero y el recorrido musical que se adentra en las casas de la comunidad funciona como mecanismo de cohesión grupal, de refuerzo de los vínculos de parentesco, vecindad y de creencias que se da entre quienes protagonizan los rituales del Rancho y quienes lo hacen como contribuyentes económicos y espirituales para la que la tradición permanezca.
Curiosamente la presencia de mujeres al Rancho se produce recientemente a finales del pasado siglo XX como tocadoras y respondedoras. En la actualidad ya se han incorporado incluso como cantadoras de ‘alante’. El Rancho está compuesto por el Ranchero o Ranchero Mayor, los cantadores principales, denominados cabeceras o cantadores de ‘alante’, los del coro o respondedores, los tocadores y el mochiller. Suelen estar conformados por grupos en torno a 15 personas.
Entre estas personas, la trasmisión oral de la práctica y de los cantares tiene lugar a través de un proceso de endoculturación donde los más viejos traspasan la costumbre en todo su significado y expresión, aunque algunos cantos o versos responden a la capacidad de improvisación de los autores. Esto se vio reforzado por la falta de dominio de la escritura y lectura de muchos de sus protagonistas que fue sustituida por la palabra, el gesto, la acción, la música y el compromiso de los siglos por mantener viva la institución.
Los tres ranchos
Respecto a las peculiaridades de cada uno de los tres Ranchos objeto de incoación, y empezando por el de La Aldea de San Nicolás se apunta en la memoria que el antiguo Rancho dejó de salir en torno al año 1945. Su actividad se recupera en la Navidad de 1991 con la participación de personas de la localidad, entre los que figuran descendientes de los últimos rancheros, que en algunos casos habían conservado los viejos instrumentos. El Rancho de Ánimas de Arbejales de Teror, también conocido como ‘Los Cantadores’, ha mantenido intacta su vocación de recaudar limosnas para entregarlas a la parroquia y destinarlas a las misas para salvar las ánimas, cuya referencias documentales conocidas se extienden a lo largo del siglo XIX y XX.
Finalmente, el Rancho de Valsequillo, mantuvo también una larga tradición en el tiempo y nunca desapareció, contando en la actualidad con unos 20 miembros, entre los que figura una mujer. Además de dedicar la limosna a misas por la salvación de las ánimas benditas también destina el dinero recaudado a obras de caridad. También desde hace unos 50 años se junta con el Rancho de Arbejales en San Isidro (Teror) y Madrelagua (Valleseco), utilizando instrumentos como espadas, tambores, panderos de sonajas. También se han incorporado guitarra, timple, laúd y violín.
Alrededor de la difusión de los Ranchos de Ánimas se desarrollan en Gran Canaria experiencias didácticas, tanto en centros de Primaria como en los de Secundaria, con iniciativas consolidadas como el Aula de Etnografía de La Aldea, vinculado al Proyecto de Desarrollo Comunitario de este municipio, o la labor didáctica realizada en el CEO Rey Juan Carlos I de Valleseco. También se están utilizando páginas webs y las redes sociales con la intención de dar a conocer los valores históricos y culturales de los Ranchos